miércoles, 18 de abril de 2007

Hoy estuve todo el día con la sensación de que me iba a olvidar de algo. A la mañana, fui y vine y no sabía si me olvide de llavar algo o de traerlo de vuelta. Despues de nuevo a la tarde. Y a la noche en el colectivo. Y me acordé de que cierta vez me había olvidado que tenía una vida, me había quedado sentado mirando el atardecer en un planeta en el que el sol no volvía a salir. Hasta que empecé a correrlo atrás. Entonces se siguió alejando más rápido. Y ahora sinceramente no se si allá es de día, de noche, ni de que color es el cielo.

Y me parece que mejor no saberlo.

Total frío vamos a tener igual.

5 comentarios:

Lady Mejoralito dijo...

no frío no. eso si que no.
¿te olvidaste que tenías una vida? ¿la perdiste?¿la dejaste olvidada?¿qué tenés ahora?
mirá según un tal don noséqué la vida es un continuo esperiral, ¡y la puta madre! estamos en altas y bajas todo el tiempo. y ese mismo tal don noséqué sostienen que no hay una linea recta en ninguna de las circunstancias de nuestra vida.
¿tendrá razón? la verdad que no me importa; pero este invierno, juro que este invierno: no vamos a estar solos.

Lady Mejoralito dijo...

mates si, mates.

Lady Mejoralito dijo...

No se me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí! y en esto soy irreductible no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. ¡Si no saben volar pierden el tiempo las que pretendan seducirme!

Lady Mejoralito dijo...

actualizá.
es orden.

Lady Mejoralito dijo...

¿Quién los ve andar por la ciudad
si todos están ciegos ?
Ellos se toman de la mano: algo habla
entre sus dedos, lenguas dulces
lamen la húmeda palma, corren por las falanges,
y arriba está la noche llena de ojos.

Son los amantes, su isla flota a la deriva
hacia muertes de césped, hacia puertos
que se abren entre sábanas.
Todo se desordena a través de ellos,
todo encuentra su cifra escamoteada;
pero ellos ni siquiera saben
que mientras ruedan en su amarga arena
hay una pausa en la obra de la nada,
el tigre es un jardín que juega.

Amanece en los carros de basura,
empiezan a salir los ciegos,
el ministerio abre sus puertas.
Los amantes rendidos se miran y se tocan
una vez más antes de oler el día.
Ya están vestidos, ya se van por la calle.
Y es sólo entonces
cuando están muertos, cuando están vestidos,
que la ciudad los recupera hipócrita
y les impone los deberes cotidianos.


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